
Óleo sobre lienzo, 307x462 cm. José de Madrazo [1781-1859)
Es la pintura más emblemática del Neoclasicismo español.
La obra es la exaltación heroica de la figura del caudillo lusitano Viriato, defensor de la libertad de la península frente a la invasión de las tropas de Roma.
Este célebre General sostuvo la guerra 14 años contra el poder de Roma, en los cuales venció 6 veces a sus ejércitos, obligando en la última derrota al Cónsul Romano a hacer con él una paz vergonzosa, pero no conformándose con ella, sobornó a los 3 primeros oficiales del ejército: Audaz, Ditalkon y Minuros para que se deshicieran de su general. Aquellos pérfidos traidores sacrificaron a su Jefe librando a Roma de su enemigo en el año 139 a.C.
En el cuadro, los soldados lusitanos encuentran a su General muerto sobre un lecho en su tienda de campaña y lloran su pérdida. Los dos soldados que salen por la derecha levantan sus espaldas y prometen venganza.
La obra es la exaltación heroica de la figura del caudillo lusitano Viriato, defensor de la libertad de la península frente a la invasión de las tropas de Roma.
Este célebre General sostuvo la guerra 14 años contra el poder de Roma, en los cuales venció 6 veces a sus ejércitos, obligando en la última derrota al Cónsul Romano a hacer con él una paz vergonzosa, pero no conformándose con ella, sobornó a los 3 primeros oficiales del ejército: Audaz, Ditalkon y Minuros para que se deshicieran de su general. Aquellos pérfidos traidores sacrificaron a su Jefe librando a Roma de su enemigo en el año 139 a.C.
En el cuadro, los soldados lusitanos encuentran a su General muerto sobre un lecho en su tienda de campaña y lloran su pérdida. Los dos soldados que salen por la derecha levantan sus espaldas y prometen venganza.
La visita a la exposición llega a su fin. Las niñas parecen encantadas, pero no son las únicas. Un niño de rostro dulce y mirada inteligente, que nos había seguido, se acercó a mi tímidamente y me preguntó donde había comprado las fichas que sostenían mis manos y que habían sido mi chuleta durante la visita. Le respondí que no las había comprado sino que las había preparado yo. Que había pegado las fotos de los cuadros y anotado en cada una la historia del cuadro, para poder contársela a las niñas. El niño se despidió con aire triste. Yo quedé inmóvil, impactada por el breve encuentro. Después me lamenté de no haber pedido al niño (a su abuela, que le acompañaba) la dirección de su casa para enviarle las fichas tras ser publicadas aquí.
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