
El lienzo despliega la más bella visión romántica de la figura de la Reina Juana I de Castilla (1479-1555); personaje en cuya historia se reunían la pasión de un amor no correspondido, los celos desmedidos y la necrofilia.
La escena se desarrolla durante el Viaje de la Cartuja de Miraflores a Granada acompañando el féretro de Felipe el Hermoso, su marido. Componían la comitiva multitud de prelados, eclesiásticos, nobles y caballeros: seguía una larga procesión de gente de a pié y de a caballo con antorchas encendidas.
La joven Reina tiene la mirada completamente enajenada, el perfil de su vientre acusa su avanzada gestación de la infanta Catalina de Austria y muestra en su frágil mano las dos alianzas que testimonian su viudedad.
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