
"¿Qué abismos te condenan, qué cielos te redimen, Belleza? -Tu mirar infernal y divino derrama confundidos la caridad y el crimen: -Yo, que lo vi de cerca, lo he comparado al vino.
Un resplandor de aurora tus dos pupilas toca, te envuelven los perfumes del poniente brumoso, tus besos son un filtro y un ánfora tu boca que hacen cobarde al héroe y al niño valeroso.
¿Asciendes del abismo o bajas de los astros?. El demonio te sigue rendido a tu mirada; sangre o risa, al azar, vas dejando tus rastros y lo gobiernas todo, sin responder de nada.
Pisoteas los muertos que te han sido sujetos; el Horror es la más triunfante de tus joyas, y el Crimen, por la larga cadena de amuletos cuelga de tu cintura y en tu vientre lo apoyas.
Lo efímero, pasmado en su luz ardorosa, crepita, estalla y dice: ¡Bendigamos su alma!, el amante rendido a los pies de su dama, parece un moribundo que acaricie su fosa.
Que tus gracias el cielo o los infiernos labren, ¿qué me importa, Belleza, monstruo ingenuo y maldito, si tus ojos, tus pies y tu sonrisa me abren las deseadas puertas del ignoto Infinito?
¡Satánica o divina, ven! Angel o Sirena. ¿Qué me importa, si me haces -hada de ojos cambiantes, ritmo, perfume, luz, diosa mía serena, -más tolerable el mundo, más cortos los instantes?."
Me atrae la belleza que hay en el mundo. La Belleza que para los cristianos se identifica con la Bondad. El mundo es un lugar imperfecto porque lo vemos con una mirada humana, la única posible. La bondad comparte escenario con la violencia y la belleza con el horror. Es la eterna dualidad del Bien y el Mal que habita en la naturaleza humana. A pesar del enorme sufrimiento que estamos condenados a padecer, nos queda el consuelo de poder contemplar la Belleza.
Un resplandor de aurora tus dos pupilas toca, te envuelven los perfumes del poniente brumoso, tus besos son un filtro y un ánfora tu boca que hacen cobarde al héroe y al niño valeroso.
¿Asciendes del abismo o bajas de los astros?. El demonio te sigue rendido a tu mirada; sangre o risa, al azar, vas dejando tus rastros y lo gobiernas todo, sin responder de nada.
Pisoteas los muertos que te han sido sujetos; el Horror es la más triunfante de tus joyas, y el Crimen, por la larga cadena de amuletos cuelga de tu cintura y en tu vientre lo apoyas.
Lo efímero, pasmado en su luz ardorosa, crepita, estalla y dice: ¡Bendigamos su alma!, el amante rendido a los pies de su dama, parece un moribundo que acaricie su fosa.
Que tus gracias el cielo o los infiernos labren, ¿qué me importa, Belleza, monstruo ingenuo y maldito, si tus ojos, tus pies y tu sonrisa me abren las deseadas puertas del ignoto Infinito?
¡Satánica o divina, ven! Angel o Sirena. ¿Qué me importa, si me haces -hada de ojos cambiantes, ritmo, perfume, luz, diosa mía serena, -más tolerable el mundo, más cortos los instantes?."
Me atrae la belleza que hay en el mundo. La Belleza que para los cristianos se identifica con la Bondad. El mundo es un lugar imperfecto porque lo vemos con una mirada humana, la única posible. La bondad comparte escenario con la violencia y la belleza con el horror. Es la eterna dualidad del Bien y el Mal que habita en la naturaleza humana. A pesar del enorme sufrimiento que estamos condenados a padecer, nos queda el consuelo de poder contemplar la Belleza.
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