miércoles, 26 de diciembre de 2007

El Principito, de Antoine de Saint Exupery (1492).


Es la historia de un principito que vivía en un planeta muy pequeño, tanto que solamente había en él tres volcanes (uno de ellos apagado) y una flor. El trabajo del principito consistía en deshollinar cráter de los tres volcanes, cuidar de su vanidosa flor y arrancar las raíces de los baobabs para que no llegasen a convertirse en árboles y reventasen su planeta. Su mayor afición contemplar atardeceres. Como su planeta era diminuto podía llegar a admirar hasta 43 atardeceres en un día. El principito llevaba una sosegada y melancólica vida.
Los hombres ya no tienen tiempo de nada, compran las cosas ya hechas a los comerciantes; pero como no existe ningún comerciante de amigos, los hombres ya no tienen amigos.
Un día el principito decidió marcharse, estaba cansado de los caprichos de su flor. Así comenzó su viaje por la Galaxia, en busca de un amigo. El primer asteroide que visitó lo habitaba un Rey. Cuando el monarca vio al pequeño visitante se puso muy contento porque al fin tenía un súbdito a quien mandar. Mantuvieron una interesante conversación. El Rey le dijo: “Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. La autoridad se apoya ante todo en la razón. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Cuando el principito se dispuso a irse el monarca le pidió que no se marchase, para ello le nombró Ministro de Justicia. El niño dijo: “¡Pero si no hay nadie a quien juzgar!, el rey respondió: “Pues te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a uno mismo que juzgar a los demás. Si consigues juzgarte bien, es que eres un verdadero sabio”. Mientras el principito abandonaba el planeta el rey le nombro embajador para afirmar su autoridad y el niño pensó que los mayores eran muy extraños.

En el segundo planeta que visitó había un vanidoso, que preguntó el principito: “¿De verdad me admiras mucho?, él contestó: ¿Qué es admirar?-Admirar significa reconocer que soy el hombre más guapo, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta. -¡Pero si estás solo en el planeta! –Admiráme a pesar de todo –Te admiro, dijo el principito mientras pensaba: “Desde luego, los mayores son muy raros”. En el planeta siguiente vivía un bebedor con el que también tuvo una charla. El principito le preguntó por qué bebía y le respondió que lo hacía para olvidar que le daba vergüenza beber. El cuarto planeta era el del hombre de negocios, que se dedicaba a contar las estrellas. Cuando el niño le preguntó por qué lo hacía el hombre le explicó que las poseía y que por eso era rico. El principito no entendió la utilidad de poseer las estrellas. El niño pensó que era bastante poético pero no era serio. El principito tenía acerce de las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de los mayores. El niño le explicó al hombre de negocios: -“Yo poseo una flor, que riego todos los días. Poseo tres volcanes, que deshollino todas las semanas. El hecho de que yo los posea el útil para mis volcanes, es útil para mi flor. Pero tú no eres útil para las estrellas”. El hombre de negocios no supo que decir y el principito se fue.
En aquel entonces no supe comprender nada! Debía haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Ella me proporcionaba alegría y aroma. Jamás debí haber huído. Debí adivinar su ternura, tras sus inocentes mañas. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.

El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos. Apenas había sitio para que cupiera un farol y un farolero. El principito pensó que ese hombre parecía absurdo. Sin embargo, menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Al menos su trabajo tenía sentido. Cuando encendía el farol, es como si hiciese nacer una estrella, o una flor. Cuando apaga el farol, duerme a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy bonita. Es realmente útil porque es bonita”. El sexto planeta era un planeta diez veces más amplio. En él vivía un geógrafo. El principito le preguntó: -¿Qué es un geógrafo? –Es un sabio que sabe dónde se encuentran los mares. Los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos. Le dijo que ellos escribían cosas eternas, que nunca pasan de moda. Al niño le extrañó que el geógrafo no anotara las flores en su libro de geografía pero el señor le explicó que no se ocupaba de las flores porque son efímeras porque las amenazaba una próxima aparición. Al principito le resultó muy interesante, un verdadero oficio. Aunque le chocó que el geógrafo no supiera que accidentes geográficos tenía su planeta. El señor le contó que el geógrafo necesita de exploradores que recorran el mundo para él poder anotar sus recuerdos. El principito le preguntó qué le aconsejaba visitar y le respondió que El Planeta Tierra.
Siempre he amado al desierto. Uno puede sentarse sobre una duna de arena sin ver ni escuchar y, sin embargo, siempre hay algo que brilla en el silencio.


En La Tierra el principito se encontró con un zorro y el niño le pidió que jugase con él. El zorro le dijo que no podía jugar con el porque no estaba domesticado. ¿Qué significa domesticar?, preguntó el niño. –Es algo demasiado olvidado. Significa crear lazos. Para mí tú no eres más que un niño, parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo... Por eso le pidió al principito que lo domesticase. –Como quieras-contestó el principito-, pero tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas. El zorro le explicó: -Sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los vendedores. Pero no existen vendedores de amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!. –¿Qué debe hacerse?. –Hay que tener mucha paciencia. El zorro le explicó que debía acudir siempre a la misma hora porque así desde una hora antes él ya empezaría a ser feliz. Porque si aparecía cada día a una hora distinta no sabría a que hora vestirse el corazón. Le dijo que los ritos son necesarios. -¿Qué es un rito? -dijo el principito. –también es algo demasiado olvidado –dijo el zorro. Es lo que hace que un día sea diferente de los demás. Antes de que el principito prosiguiera su viaje el zorro le contó un secreto. Le dijo que sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. Los hombres han olvidado esa verdad. Pero tú no debes olvidarla. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado.

lunes, 24 de diciembre de 2007

¿Navidad?



Ayer decía el cura en la misa del Gallo que lo que algunos llaman el "espíritu de la Navidad" es una chorrada. Eso de sentirse alegre o triste porque llega la Navidad... tonterías. Hace unos días mi profesora de inglés (americana de 23 años) decía que estaba llena de espíritu navideño y nos largó "Elf", la peli de un elfo que descubre que en realidad no lo es, así que deja a Santa y vuelve con su verdadera familia. La chica nos dijo que era su favorite Christmas movie. Probablemte el sacerdote de ayer se refería a este feeling navideño, a la ñoñería que rodea la Navidad. No creo que eso sea lo peor que hemos hecho con esta celebración cristiana. Seguramente el consumismo salvaje de estas fechas promovido por El Corte Inglés también ha contribuido a la aparición del espíritu navideño del derroche.
Siempre me ha gustado esta viñeta de Mafalda. Todo el mundo (o al menos la cuarta parte) celebra, brinda, canta... Noche de Paz, Noche de Amor... pero me encanta el final, cuando la niña dice a la humanidad: "Antes de continuar me gustaría saber si se entiende la letra". (debe ser porque mientas cantas no escuchan). Supongo que cada uno entiende lo que quiere. Yo entiendo que quien crea, celebra que hace mucho, mucho tiempo nació el portador de un mensaje tan potente que se ha extendido por todo el mundo convirtiéndose en el motor de muchas vidas. Que cada año, cada día, cada instante transforma a las personas, les empuja a desear ser mejores. Eso es lo que yo celebro, por lo que alzo mi copa. Por eso os deseo Feliz Navidad a todos: feliz deseo de ser mejores.


domingo, 9 de diciembre de 2007

El espejo


Nos conocimos en agosto y en septiembre quedamos por primera vez para tomar un café, que terminó en copa. Surgió algo especial entre nosotros y fuimos descubriendo una afinidad mental y espiritual que nos atraía de forma poderosa. Los encuentros se fueron sucediendo y disfrutamos juntos de momentos muy especiales. No sé si algún momento escuchamos campanitas sonar (demasiado cursi para nosotros), pero sin duda nos sorprendía la posibilidad de mirarnos en otros ojos, de escucharnos en otros labios, de intuir nuestros propios pensamientos en la mente de otra persona. Diría que esta sensación de mirarnos en un espejo provocó en nosotros sorpresa, curiosidad, admiración. Al mirarnos a los ojos éramos capaces de intuir la profundidad de pensamiento que habitaba en el interior del otro. Esos primeros días me pregunté si sería acaso posible tal conexión entre un hombre y una mujer y hacía dónde podía conducirnos. Sería tal vez el cimiento de una amistad única o, tal vez, algo más grande. Me daba miedo pensarlo. Sería posible que aquella química fuera acompañada también de física. No podía ser. Mi experiencia aconsejaba prudencia y escepticismo. Sin embargo parecía inevitable que el primer roce se produjera. Fue en mi casa, una noche después de la cena tus manos buscaron las mías sobre entre las copas de vino. El contacto se prolongó hasta el sofá pero el miedo me paralizó y tuvimos que esperar varios encuentros hasta que terminamos de romper el miedo. El intercambio afectuoso de mensajes y une cena a cuatro después de una visita a La Abadía me dieron la confianza suficiente para despedirme con un beso. Esos fueron los comienzos de nuestra historia.