
Esta noche después del aula de arte fuimos al café a charlar de lo divino y de lo humano. Una Mesa y cuatro personas encontrándose y compartiendo al calor del vino, sometidos al extraño y poderoso influjo de la luna. Estos maravillosos encuentros empiezan a ser costumbre. Desearía que fuesen algo periódico, tener la certeza de que a los 15 días, sin posibilidad alguna de que no suceda, nos volveremos a sentar en torno a esa misma mesa, así como el día sucede irremediablemente a la noche, pero la vida es devenir. Hoy hablamos de nuestros reinos: el fuego, la naturaleza nocturna, la luz, la búsqueda, la incógnita, el desierto.
Esta noche estoy sola. Muy pocas veces desde hace cuatro años he dormido sola. Hoy recordaré aquel desierto de escepticismo anterior a tu llegada y besaré el oasis que habito desde entonces.